La microtia es la condición congénita con la que mi hija nació, hace ya 6 años. Cuando escuché al doctor que me asistió para traerla al mundo conversar con mi esposo mientras le realizaban los chequeos neonatales de rigor, mientras yo estaba en el quirófano y el ginecólogo hacía su trabajo de poner todos mis órganos en orden, esos fueron los segundos más traumáticos de toda mi existencia. Lo único que avancé a escuchar fue: vamos a llevarnos a la bebé para revisar si tiene otras anomalías. Otras anomalías? Qué significaba eso? Qué la pasó a mi hija? Qué salió mal? Me llevaron a la sala de recuperación, mi esposo se despidió de mi, me tomó de la mano y se despidió sin dar explicaciones. La espera en la sala de recuperaciones fue eterna, sentía como mi cuerpo era transferido de una camilla a una cama, las enfermeras me preguntaban si estaba bien, supongo que se referían físicamente, a lo que mi respuesta era Sí. Pero emocionalmente estaba en shock. Me quedé perpleja, totalmente inmóvil, más inmóvil de lo que la anestesia te deja, no quería pensar, no quería mover la mirada, solo sabía que algo había salido mal.


Cuando terminó el tiempo de recuperación me llevaron a mi cama. Mi esposo fue el primero en ir a verme. Aún puedo ver sus ojos de alegría por verme, y su mano tomando la mía mientras me decía. Nuestra hija está bien, es hermosa, solo nació sin una orejita… Lo que recuerdo es mis ojos llenarse de lágrimas, tomar su mano, comenzar a llorar sin poder hablar. No quería hablar ni decir nada. No tenía nada que decir, como siempre, me guardé mucho hacia adentro. Luego me dijeron que me traerían a mi hija más tarde, y que el pediatra vendría para explicarme la situación. Mientras tanto todas las posibilidades más aterradoras se me vinieron a la cabeza, en fracción de segundos mi mente me llevó al peor escenario posible. De inmediato me hundí en un hueco muy profundo.


Ahora cuando miro atrás puedo sentir cómo el Universo orquestó todo para no sentirme tan sola en el hueco. Cuando el doctor llegó para explicarnos la condición, nos enteramos de que “coincidentalmente” (ahora sé que nada es coincidencia), uno de sus tres hijos había nacido con la misma condición. Y luego supe que hasta el ayudante del doctor que ese día fue por casualidad a asistir mi parto había nacido con la misma. Hasta antes de ese evento no conocía a nadie con esa condición, con excepción de mi padre, quien aturdido y sientiéndose culpable (como si existiera alguno) se ahogó en depresión y decidió salir para que nadie pudiera ver su reacción. Luego supe que el tío de mi esposo también había nacido con esta condición, y así poco a poco comprendí que no estaba sola en este camino.


Luego de este episodio, me hundí en la más profunda depresión. Mi mente veía todo oscuro. Veía una niñez llena de bullying, como la que mi padre luego de que mi hija nació se atrevió a compartir, imaginaba una niña que quizás no podría desarrollar el lenguaje en forma normal. Me imaginaba todas las limitaciones que mi hija tendría por haber nacido “incompleta”. No podía ver que mi hija era completa y perfecta tal como llegó al mundo, porque lo único que podía ver era una oreja menos. Las visitas en el hospital fueron muy difíciles de recibir, y aunque hacía un gran esfuerzo por fingir que nada pasaba, y que estaba feliz por el nacimiento de mi hija, cada visitante era como una estaca clavada en mi corazón, porque no tuve el valor de explicar lo que había pasado. Como si yo hubiera hecho algo malo, fingía que nada pasaba, y por si alguien llegaba a preguntarme algo, siempre le tenía a mi esposo como un escudo que daba las respuestas a todo lo que yo ni siquiera podía articular. Y en lugar de decir firmemente que no quería recibir visitas, simplemente no dije nada. Como hacía todo con mi vida, no pasa nada…


Una vez en casa, recuerdo muchas escenas en las que contemplaba por largas horas a mi hija en su moisés. No podía verla sin ver su orejita faltante, y sin imaginarme un futuro negro para ella y para mi. Lloraba amargamente porque creía que algo había salido mal. Muy mal, muy, muy mal. Me sentía culpable. Me sentía incompleta. Me sentía poco digna de la felicidad. Y frente al resto, seguía fingiendo que no era tan grave, que todo estaba bien, aunque cuando alguien lograba penetrar la coraza falsa que me había puesto, no hacía otra cosa que llorar, y llorar, y llorar…


Ahora comprendo que llorar era lo que necesitaba hacer en ese momento. Llorar y sacar todo lo que guardaba en mi interior, y que la microtia vino a ayudarme a sacar porque no podía seguir guardándolo. Pero hasta para llorar, me reprimía. Sentía que llorar estaba mal, porque significaba que no amaba a mi hija y que su llegada me causó dolor en lugar de la alegría que todo bebé se supone que trae.
Unos pocos meses transcurrieron, durante los cuales mi sostén y mi piedra fue mi esposo. Él valientemente soportó toda mi caída. Comprendo lo difícil que debió ser para él, no solo recibir la noticia de que a su hija le faltaba algo, sino además lidiar con una esposa en depresión. Yo era una carga nada fácil de llevar, pero su amor hacia mí me ayudó a encontrar poco a poco la salida. Nunca tuve la oportunidad de ver caído a mi esposo, al menos no en relación al tema de la microtia. Él investigó, investigó, investigó, sobre las soluciones alrededor del mundo en busca del mejor camino a seguir. Una vez más “coincidentalmente” encontró en Internet un seminario de microtia en donde se iban a presentar las mejores técnicas de reconstrucción auricular, con los doctores top en el mundo.



Sin dudarlo, se contactó, y hasta logró manifestar entrada gratuita al evento explicando nuestra situación económica y lo que representaba traladarse desde Ecuador hasta el lugar del evento que era San Antonio, Texas. Mi padre, sin dudarlo, aceptó la idea de acompañarlo en este viaje. Emocionados porque “coincidentalmente” (una vez más), en ese seminario se presentaría el mismísimo doctor que había operado a mi padre hace más de 30 años! (esa es otra historia de amor, que les contaré en otro momento).


Mi padre y mi esposo viajaron muy emocionados. No sabían qué iban a encontrar, pero tenían muchas expectativas de que ahí encontrarían luz en medio de la oscuridad. Al llegar al evento, mi padre no pudo evitar soltar unas lágrimas al reencontrarse con aquel hombre que le había cambiado su vida hace más de 30 años. Y más emocionante aún fue saber que ese mismo doctor (ahora canoso y a punto de retirarse, y quien se convirtió en el padre de la reconstrucción auricular en la técnica del cartílago) le reconoció a mi padre y se dieron un abrazo. Las circunstancias les volvieron a unir, y mi padre gracias toda esta serie de eventos tuvo la oportunidad de decirle nuevamente gracias cara a cara, darle un abrazo, y contemplar su gran desarrollo profesional.


La idea original del viaje era que él mismo opere a nuestra hija. Pero, al estar allá, se dieron cuenta no solo de que él ya no podría operarle porque la técnica se realiza desde los 8 años y hasta ese momento él ya se habría retirado. Sino que además, la tecnología había avanzado aún más, y habían nuevos métodos que llenaban aún más nuestras expectativas. Parte de la entrada al evento incluía una cita uno a uno de diez minutos con cada doctor que había presentado las técnicas. Una cita de diez minutos con eminencias a nivel mundial, era como un sueño hecho realidad.


Entre las técnicas nuevas, había una en particular que mi esposo según cuenta, fue la que él sabía que era la solución para nuestra hija. Ansiosos esperaban por aquella cita de diez minutos con el creador de la técnica. Al llegar el momento tan esperado, “coincidentalmente” dos citas se habían cruzado a la misma hora. Eso significaba que habían dos personas esperando hablar con el mismo doctor, algo que a cualquiera hubiera causado molestia e inconformidad. Pero en cambio, mi esposo dijo que él aceptaba reunirse con la doctora asistente (en ese tiempo), en lugar del doctor creador de la técnica. Mi padre confiesa que le causó malestar porque él deseaba hablar con el propio doctor directamente, pero mi esposo insistió en que él deseaba hablar con ella. Y resulta que esos diez minutos con esa doctora fueron lo que marcaría el camino. Si bien el doctor había creado la técnica, y era una eminencia en la misma, la doctora estaba abierta a conversar y escuchar nuestra situación. Sin conversar mucho sobre la técnica en sí, porque eso ya había quedado claro en la presentación, mi esposo usó ese tiempo para explicarle que éramos una familia que vivía en un país con menos recursos, y que deseábamos esa técnica que se realizaba desde los 3 años de edad, y que aunque no sabíamos cómo aún, lo único que teníamos claro era íbamos a lograrlo. La doctora fue muy amable, y lo único que le dijo que hasta ahora recuerdo que se quedó marcada en mi mente fue: el tiempo pasa muy rápido, estoy segura de que en 3 años nos volveremos a ver!


Cuando mi esposo y mi padre volvieron del viaje, su cara lo decía todo. En su viaje habían encontrado la solución, además de muchas experiencias enriquecedoras. Nos comentaron los detalles, y todos sabíamos que ese era el camino. Nos unimos todos como familia expandida, y aunque no sabíamos detalles, sabíamos que íbamos a lograrlo.


Desde ese momento, comencé a ver un poco de luz. Comencé a ver que habían familias con esta condición, y con una calidad de vida completamente normal. La relación con la doctora comenzó en aquella reunión, y desde entonces mi esposo seguía investigando y viendo como seguían progresando en la forma de aplicarla. Con el tiempo, supimos que la doctora se abrió a su práctica profesional independiente, y desde ese momento sabíamos que ella operaría a nuestra hija. Muchos creían que debíamos ir con el doctor creador de la misma, pero sentíamos una conexión más cercana con aquella doctora.


Desde entonces, nuestro enfoque se dirigió hacia crear los recursos necesarios para llevar a cabo la cirugía. En nuestra cabeza teníamos los precios americanos que habían compartido en el seminario, los cuales alcanzaban los 100,000 dólares americanos. Nunca nos desanimamos, sabíamos que era difícil, pero nos esforzábamos por lograrlo. Nuestra meta era 100,000 en 3 años. Suena imposible, verdad?


En fin, el tiempo pasó. Transcurrieron 3 años, y aunque no llegamos a la meta, habíamos logrado ahorrar el 30%. En ese momento decidimos comunicarnos con la doctora, para pedirle que reciba eso como parte de pago, y ver la forma de seguir reuniendo el restante. Fue una sorpresa maravillosa para nosotros cuando nos comunicamos con ella con Skype y ella nos dijo que ella trabajaba en una clínica privada con costos menores, y que el valor que debíamos pagar era justamente el valor que teníamos ahorrado. Por Dios! Lo teníamos! Creíamos que nos faltaba, y resulta que todo estaba cubierto con ese valor! Entonces en ese mismo momento coordinamos las agendas y definimos que viajaríamos a la cirugía en Mayo del próximo año.


Sobra decir que aquel viaje fue nuestro viaje de los sueños. Fue un sueño hecho realidad. En ese entonces yo estaba embarazada de 5 meses mi segundo hijo, de quien no sabíamos si tendría la misma condición (esa también es otra historia, que les contaré en otro momento). Llegamos a la casa de una prima de mi mamá, que nos abrió las puertas, nos abrió su corazón y el de su familia, nos alimentó tanto físicamente como emocionalmente, siempre nos acompañó en todo el proceso.


Por cierto, mi hija no fue la única en operarse. En todo este proceso conocimos a Santiago. Un niño con microtia bilateral (o sea, sin sus dos orejitas), a quien mi esposo consiguió que le sean donadas sus dos cirugías de forma gratuita, como parte de la fundación de la doctora Earicles. A mi esposo le resultaba fácil encontrar ayuda para otros, y al ver este caso, y conocer a sus padres, sin dudarlo conectó a estas personas para hacer su sueño realidad. En nuestro interior pensábamos que si para nosotros era difícil lograrlo, era aún más difícil para alguien que necesitara dos orejitas, y que no tuviera la información para llegar a este camino. Hasta ahora recuerdo el momento en el que les dimos la noticia a la familia de que Santiago recibiría sus orejitas, que lo dejamos grabado en video y fue el primeros casos atendidos por la fundación de la doctora (video Youtube). Luego de esto, la doctora tuvo una conexión con Ecuador, y desde entonces ha venido dos veces a dar conferencias, y hoy por hoy hay más de 60 orejitas ecuatorianas con esta técnica… (ese es el origen de la página Microtia Ecuador en Facebook, de la cual hasta ahora recuerdo mi malestar al saber que mi esposo exponía en público todo lo que estábamos viviendo, y que me resistía a compartir, pero eso es también otra historia).


Volviendo al momento de la cirugía, ésta duró 10 horas. Fue duro despedirme de mi hija mientras se la llevaban en camilla al quirófano. Pero debo confesar que fue más lindo que duro, porque sabía que estaba en las mejores manos, y que era lo que habíamos anhelado con tanta fuerza. Salimos a caminar, conversamos, nos dimos vueltas, y el tiempo pasó. La atención de las enfermeras, y todo el personal de la clínica no podía haber sido mejor. Siempre se esmeraban por facilitarnos las cosas, ayudarnos en lo que deseáramos, y nos transmitían el mensaje de que todo está bien.


Y así fue, mi hija salió del quirófano, estuvimos listos para recibirla hasta con Skype doble para mis papás y para mis suegros. Todos estaban pendientes, muchas personas nos apoyaban en la distancia y deseaban nuestro bienestar. La recuperación fue fácil, sin dolor, y muy rápida. En cinco semanas estábamos de regreso a nuestra vida normal, con una orejita más, y muchas alegrías en el corazón. Conocimos a Mickey Mouse, paseamos y nos divertimos como nunca antes. Fue el viaje de nuestra vida, en donde poco a poco fuimos recuperando la alegría natural que todos los seres humanos tenemos en nuestro interior y que vamos perdiendo con los altos y bajos de la vida.


Ahora que comprendo sobre vibración, todo lo que les he contado me hace perfecto sentido. Ahora comprendo que yo atraje la microtia a mi vida. Y no porque sea algo malo, porque ahora cuando veo para atrás, veo a la microtia como la mayor bendición en nuestra vida. Sino porque me estaba dirigiendo a la dirección equivocada. Antes de que mi hija naciera yo no me daba cuenta que pasaba de mal humor la mayoría del tiempo, o que renegaba de lo que tenía o lo que no tenía en mi vida, o que siempre me enfocaba en los problemas, o que siempre pensaba que algo malo iba a pasar. Después de que mi hija nació, y ahora que comprendo como funciona el Universo, sé que yo atraje esta situación a mi vida porque era lo que necesitaba para llegar al “fondo” y decidir ir al otro lado.


Un mes después de haber retornado a nuestro país, nació mi segundo hijo. La experiencia en la sala de operaciones fue opuesta a la de mi hija. Estaba tranquila. Estaba en paz. No tenía certeza de que si mi hijo tendría la misma condición de mi hija, pero en el peor de los casos, sabía que si era así, ya sabía el camino. Así que entré en paz, y lista para todo. Cuando mi hijo nació, lo primero que hice fue ver a mi esposo, y con la mirada nos dijimos todo: Todo está bien! Le pregunté: Está completo? Su respuesta fue: Sí. Ese fue el momento más feliz de mi vida. Porque nada es más lindo que sentir alegría luego de haber sentido profunda tristeza.


Desde entonces mi vida es perfectamente imperfecta. Cambié de dirección, y en ese camino me encontré con quienes yo considero son los mayores maestros en la Ley de la Atracción (Abraham). Luego de entender su mensaje TODO tuvo sentido. Es como esa sensación que tienes cuando entiendes las reglas del juego, y ahora sí quieres jugar. Eso es la vida, es un juego, y es más linda cuando vas en la dirección correcta. Y aún más linda cuando sabes las reglas del juego.


Ahora mi vida es maravillosa. No sé cuál será el siguiente paso, o de dónde vendrá el dinero para las experiencias que deseo vivir, o dónde estaré viviendo en unos meses. Solo sé que estoy en la dirección correcta, que el Universo me provee como lo ha hecho hasta ahora, y que la vida se pone mejor y mejor. En pocos días viajaré con mi esposo a Cancun, a un seminario con Abraham (el segundo año consecutivo que lo logramos), del cual vendré completamente renovada y con muchos deseos de compartir con quienes deseen escuchar más todo lo aprendido.


Con amor,
Nati

Nathalie Jaramillo ESCRITO EN FEBRERO 2016



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JoséJavier y Natie, una pareja proveniente de Ecuador, se han establecido en la Riviera Maya desde 2017, donde lideran un negocio espiritual como mentores vibracionales. Su enfoque radica en inspirar a otros a seguir sus sueños y mejorar sus mentalidades. A través de su dinamismo y pasión por vivir, enseñan a transformar vidas y fomentar la prosperidad, convirtiéndose en una pareja ejemplar como padres, maestros y guías espirituales.



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