Publicado Originalmente el 7 de Febrero de 2017

A propósito de los procesos electorales próximos en mi país de origen, Ecuador, he tenido la oportunidad de indagar en mi red de creencias internas acerca del fraude y la corrupción. Es evidente el malestar que genera ser testigo de supuestos actos de corrupción gigantescos, que no sólo perjudican a un sector o a una empresa, sino que afectan a la población entera de un país. Confieso mi desagrado y fastidio hacia la mafia disfrazada de política, que utiliza los bienes del Estado para generar riqueza fraudulenta que en lugar de ser redistribuida dentro del país, se evapora misteriosamente, sin dejar siquiera rastro de su procedencia legal o su destino final. Esa es la única y verdadera razón por la cual los países llamados “menos privilegiados” tenemos aún tanta distribución de riqueza inequitativa. Y no es porque los países desarrollados no tengan corrupción, sino porque en nuestros países no sólo que se cometen actos de corrupción, sino que éstos suceden bajo la vista y aprobación de las máximas autoridades del país. Y entonces, el justificativo de que *todos roban* se vuelve la estrategia más efectiva para que los ciudadanos nos conformemos con gobernantes corruptos.


Ahora bien, el fraude y la corrupción, como todo en la creación, es una moneda de dos caras. Por un lado, tenemos el lado externo. Evidentes actos de corrupción gracias a los cuales un selecto grupo de personas se llevan el dinero a manos llenas. Y no sólo aquellos que figuran como cabezas, sino todos aquellos que van sacando su parte según corresponda su participación en el proceso. Es así que cualquier persona inmiscuida en una negociación fraudulenta, desde su concepción hasta su fin, es parte de la consciencia de fraude y corrupción del planeta, sea que obtenga una tajada jugosa de dinero o sea que obtenga una pequeña comisión por cruzar su espacio. Debemos preguntarnos, y responder en nuestra intimidad, ¿cuántos de nosotros actuamos de forma fraudulenta, cada vez que omitimos información que podría resultar en eficiencias en costos? O cada vez que presentamos cotizaciones de nuestros representados, con valores superiores al valor comercial habitual? O cuando omitimos información relevante sobre proveedores especializados? La corrupción es un sistema, queridos amigos, y aunque nos asquea la corrupción evidente del sector público, aquella tan sólo es un reflejo de nuestra consciencia colectiva que genera un ambiente propicio para ese tipo de intercambios.


Pero quizás hasta ahora mis queridos lectores hayan salido victoriosos del auto-análisis propuesto en el párrafo anterior. Quizás muchos hemos logrado actuar en forma transparente desde donde sea que nos desempeñemos, y por lo tanto, sigamos sintiéndonos asqueados de los acontecimientos de corrupción que acechan el mundo. Y lo entiendo, se vuelve fácil juzgar lo externo cuando nuestra mente nos convence de que no tenemos nada de aquello en nuestro interior. Pero recuerda que todo lo externo es un reflejo de lo interno, y que nada de lo que ocurre a tu alrededor es fruto del azar.

Y aquí me permito hacerte la siguiente pregunta reflexiva, ¿será posible que tengas comportamientos fraudulentos que no has identificado y por lo tanto no has logrado integrar aún? ¿Será verdad que el fraude se expresa únicamente en términos de dinero mal habido? Si abres tu mente a esta posibilidad, estarás dando el primer paso para transmutar la oscuridad en luz. ¿Estás listo? Bien. La otra cara de la moneda del fraude y corrupción es aquel comportamiento del ser humano que se auto-traiciona en sus decisiones diarias. Cada vez que ocultas tu voz, por miedo al rechazo. Cada vez que reprimes tu opinión porque crees que no lo mereces. Cada vez que dejas de expresar tus verdaderas intenciones, para evitar ser sujeto de críticas. Cada vez que dejas de ser tu auténtico yo, estás actuando en forma fraudulenta. Y contribuyes, aun cuando sea de manera inconsciente, a la cadena de fraude y corrupción que hoy vemos en los noticieros. Es por eso que te causa tanto desagrado. Porque ves reflejado algo de ti que no has logrado integrar, y es más fácil juzgar al otro cuando no has sentido compasión por ti primero.


Si quieres realmente dejar de contribuir al fraude y corrupción del mundo, es hora de que tomes consciencia de tus propios comportamientos fraudulentos. Recién en ese momento te darás cuenta de que siempre has tenido el poder de decidir si ir hacia un lado, o hacia el otro. Dejarás de ser víctima de tus gobernantes, y comenzarás a experimentar el verdadero poder interior. He ahí la importancia de conocerse a uno mismo, y de integrar todos los aspectos del ser humano, incluso aquellos que parecen tan oscuros y lejanos, pues mientras no reconozcamos que todos llevamos en alguna medida una porción de dicha consciencia, nada podrá ser diferente en TU realidad.


Por eso, concluyo que lo más importante a tomar en cuenta en un candidato a gobernante, no es su propuesta de campaña o sus buenas intenciones. Para muestra, basta un botón, todos quienes han llegado al poder han comenzado con buenas intenciones. Lo que realmente determina la incapacidad de generar prosperidad, armonía y desarrollo en una nación es su potencial de auto-traicionarse en el camino. Y de eso, lamentablemente, tenemos aún muy poca experiencia. Por eso debemos comenzar desde adentro.

Nathalie Jaramillo